domingo, 24 de noviembre de 2013

El hombre con la cara del Che, Washington Cucurto.

Él se tatuó al Che en el hombro
cuando nadie se tatuaba nada ni
siquiera todos conocían al Che.
Cuando eso ocurría, él se lo tatuó.
¿Por qué te has tatuado al Che?
le preguntaba mi abuela.
Eso hacen los hombres que salen de la cárcel,
decía ella.
“Y qué crees vos, madre, que es esta vida que vivimos
sino una gran cárcel”.
Cuando nadie se tatuaba nada, él
se tatuó al Che en el Hombro
siglos antes de que el Che fuera el Che;
un hombre hizo eso antes
de que todo esto sucediera.
Hoy, un día antes de navidad,
lo llamo para desearle felices fiestas.
Me atiende completamente borracho.
Feliz de escucharme y a la vez
me dice algo acerca de la nieve.
“Vos sos un simulacro en la nieve”.
Mi padre ha vuelto a la bebida.


Regresó a ella.
“¡Qué lindos están tus hijos, hermano!”
Mi padre me dice, “hermano”.
Papá, mañana es navidad.
“Estoy arrepentido de haberme
tatuado la cara del Che en el Hombro.
Arrepentido de todo y tambíén del Che”.
Su Che, nuestro Che del Hombro de nuestra
Infancia.
“El Che envejeció en mi hombro más que yo”,
me dice.
Mi padre ha vuelto a la bebida.
Mi padre se cae al Hombro.
“No te olvides de mí, hermano”, me dice.
Eso nunca, contesté, y bajé el teléfono.

jueves, 21 de noviembre de 2013

Ni razón ni palabra, Edgar Bayley.

cada noche los sueños inmolan tu pena y tu culpa
de frente al olvido
a la pregunta y la canción inexcusable

es necesario empaparse herirse hundirse
buscar el estallido hasta decir: perdón no soy el mismo
pero el fuego desgrana tus razones de tierra
debes perder la luz plena
los motivos de la victoria
agrio pesado cruel
la ciudad te vuelca te vacía
corazón vacío
miseria burbujeante

no es preciso razón ni palabra
para este airado hogar
que nadie después sume su nieve o su festejo
despierto queda allí en su momento
en cambio y permanencia
en nube recia
en la libre mano
y el cabalgar del sueño

martes, 19 de noviembre de 2013

Ya no hay lugar para la frivolidad, Alfredo Veiravé.

Todos poseen un límite; las lecturas en el jardín
absorben el deseo de las plantas húmedas y el mundo 
                                                                           /visionario
habla allí únicamente con algunos seres animados de 
                                                  /ojos abiertos y profundos.
(Entre los helechos y los tiernos animales inocentes el 
                                                                       /espacio pasa
como un equilibrista que abre su sombrilla para no caer
                                                               /en el vacío.) Hay
diferentes formas de fracaso cuando el trapecista joven
                                                                    /sufre el miedo
en las cárceles de la pesadilla,
aunque en el fondo sabe que los victimarios y los
                                                                       /torturadores
se juntan en el infierno de la historia, y que las hojas
                                                                 /caen sobre ellos
para convertirlos en tierra deleznable. Por eso canta
                                                                      /ahora y mira
solamente hacia delante / no dará explicaciones de la
                                                           /vida: el cuerpo sabe
esquivar los dardos venenosos del rencor, quizás, una
                                                      /forma cerrada del amor
que no fue correspondido. A veces los límites se abren y
                                                             /comienza el vuelo;
entonces, ya no hay espacio para las frivolidades como
                                                                                  /saben
los que vuelven de la guerra, o del errático exilio (del
                                                                               /poema).