martes, 26 de marzo de 2013

462-0614, Charles Bukowski.

tengo muchas llamadas ahora.
son todas como
"¿sos charles bukowski,
el escritor?"
"si", les digo
y me dicen que entienden
lo que escribo,
y algunos son escritores
o quieren serlo
y tienen trabajos tontos y horribles
y no pueden enfrentar la habitación,
el departamento
las paredes
esa noche-
Buscan alguien con quien
hablar,
y no creen que
yo no puedo ayudarlos
que no conozco las palabras.
no pueden creer
que a menudo ahora
me doblo en mi habitación
agarrándome la panza y digo
"jesús jesús jesús, ¡no de nuevo!".
no pueden creer
que la gente sin amor
las calles
la soledad
las paredes
son mías también.
y cuando cuelgo
piensan que me guardé
mi secreto.


yo no escribo desde
el conocimiento.

cuando suena el teléfono
a mi también me gustaría escuchar las palabras
que pudieran aliviar
un poco ésto.


Por esa razón mi número
figura en la guía.

sábado, 16 de marzo de 2013

Los hombres que se vuelven, Eugenio Montale.

Probablemente
no eres más la que fuiste
y es justo que así sea.
El papel de lija ha raspado a fondo
y sobre nosotros todas las líneas se esfuman.
Sin embargo algo fue escrito
en las hojas de nuestra vida.
Ponerlas a contraluz es agigantar ese signo,
hacer un jeroglífico más grande que la diadema
que te deslumbraba.
No aparecerás más en la portezuela
del aliscafo, o emergiendo del fondo de algas,
nadadora en fangosos ríos
para dar un sentido a la nada. Descenderás
por las escaleras mecánicas de los templos de Mercurio
entre cadáveres enmascarados,
tú la sola viviente,
y sin preguntarme
si fue engaño, fue elección, fue comunicación,
y quién de nosotros era el centro
al que en las ferias se dispara con el arco.
Ni siquiera me lo pregunto. Soy aquel
que por un instante entrevió, y eso basta
al que camina entre columnas como ahora
nos ocurre si estamos aún con vida. Resbalamos.



lunes, 4 de marzo de 2013

Una vez dormi en casa de mi madre, Carmen Iriondo.

Claro azul era la tapa del libro que me diste
para que pronto durmiera sin pensamientos
sobre lo malo que era mirarte. Era de duras
tapas con lomo de cuero crudo desgajado.


El título en oro una sola palabra: ¿Extorsión?
¿Piedad? ¿Angustia? ¿Inevitable? ¿Culpable?
Comunes lugares para entrampar a las niñas.


No pude pestañear esa noche y el sol
me saludó con colores hepáticos entre letras.
Mareada por tu vino y ese maldito libro,
estrago de la ausencia ese olor a limón.


Trataba sobre dos padres con un hijo distinto
al que empujaban, sin decir quién o cuál,
escaleras abajo por el juramento cómplice.
Nadie había sido.


Vienen a buscarme.