miércoles, 26 de marzo de 2014

XXXIX, Alberto Szpunberg.

"Yo conocí el otoño", dirá alguien,
cuando en realidad querría decir:
"era otoño pero yo aún no sabía qué era otoño",
y aunque los días de marzo se parezcan demasiado a su propia tristeza,
nadie confundirá un cuerpo echado, descalzo, sobre la tierra,
con las hojas rojizas que lo cubren:
él fuma de cuclillas bajo las ramas despojadas,
y todos sus recuerdos caben ahora en una caja de zapatos,
ésta que abandona para siempre
en un lugar que pronto olvidará.
Alguien seguirá las huellas, encontrará la caja,
y, al sacudirla, sólo sonarán palabras,
huesos sin nombre que aún crepitan,
álamo herido junto al río incesante.

sábado, 1 de marzo de 2014

El destino que mira como espía del tiempo, Raúl González Tuñón.

Un espía del tiempo es el destino
-no el poeta, que éste es el gran espiado
y es, dijo Schiller, el que llegó tarde
a la Repartición de la Tierra.


Torre de Dios, Darío a su vez lo llamó,
pero desde su altura no hemos visto a Dios
ni en el Chaco Boreal de incendiados fortines
con olor a petróleo, a mariposas secas, a madres 

          que agotaron
las lágrimas y el grito
ni cuando silenciaron a los niños de Guernica
ni en la atroz agonía en los hornos de Auschwitz
ni entre el ruido y el humo del napalm en Vietnam.


Y ese espía del tiempo, en fin, conoce historia
como nadie, la sigue desde lejos; nadie desmentirá
cuando todo se ordene y llegue el gran balance
los testimonios que captaron sus miradas profundas
como pozos de sombra con estrellas,
como enterradas lámparas bajo barcos hundidos,
como voces más graves que el secreto remoto
de los stradivarius:
su enorme asombro y su perplejidad.