He aquí los muertos, sentados,
inmóviles alrededor del Tiempo;
adorando su pálida hoguera,
extrañamente sombríos en su reunión solitaria.
Ahí están, invadidos por marañas azules;
poblados por húmedas músicas, por cigarras.
Sobre ellos el cierzo ha pesado, y sus gestos de
antaño, sus cuerpos de vapor,
se condensan de súbito en alargadas lluvias.
No; no hables un idioma olvidado.
No pronuncies tu nombre.
Que no giren con letal lentitud la borrada,
tormentosa cabeza.
Que no te reconozcan sus huecos corazones
comidos por los pájaros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario