domingo, 2 de diciembre de 2012

Robert Fulton Tanner, Edgar Lee Masters.

Si un hombre pudiera morder la mano gigantesca
que lo atrapa y lo destruye,
así como una rata
me mordió aquel día en mi negocio
mientras demostraba el uso de mi trampa patentada...
Pero un hombre nunca puede vengarse
del ogro monstruoso que es la Vida.
Uno entra en el cuarto, o sea, uno nace,
y entonces tiene que vivir; agotar la vida.
¡Ahá! el cebo que uno ansía está a la vista:
una mujer de dinero con quien casarse,
prestigio, posición, o poder en el mundo.
Pero hay trabajo que hacer y cosas que dominar;
sí, los alambres que resguardan el cebo.
Y uno llega, al fin; pero se escucha un paso:
el ogro, la Vida, entra en el cuarto
(estaba esperando y ha oído el golpe del resorte)
para vernos mordisquear el queso admirable,
y clavar sus ojos ardientes en nosotros,
y fruncir el ceño y reír, y burlarse y maldecirnos,
mientras corremos de acá para allá en la trampa,
hasta que nuestra miseria lo aburre.

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